Trabajar.
Trabajar trabajar trabajar.
Ir a Monterrey cada mes. O cada dos semanas. O cada semana. O cada seis meses.
Olvidarme de este blog, pensar que es una cosa de la adolescencia.
Postear en mi otro blog, dejar de hacerlo, pensar que ya no tengo tiempo para eso.
Hacerme de un sitio web, volverlo a hacer como tres veces. Escribir en el blog que tengo ahí.
Dormir.
Hacer ejercicio; dejar el esfuerzo a los seis meses y no encontrar suficiente motivación para reanudarlo. Dejar la panza crecer. Ya volví a ser talla 34.
Hacer un juego de mesa. Pasar dos años en el esfuerzo. No terminar aún. Pero está bien por mí; lo importante es el viaje, no el destino.
Hacer amigos.
Trabajar un poco más.
Darme cuenta de que muchas de mis habilidades están obsoletas. Comenzar a actualizarme. Indagar un poco en Node.js, luego en Angular. Hacerme de una membresía en Codeschool.
Prestarle atención a LinkedIn. Escribir en el blog de ahí (o más que blog, la curiosa agregación de contenido a la Facebook que se inventaron).
Indagar en UX. Interesarme más por UX. No saber bien qué hacer en UX.
Extrañar a mi familia, a mis amigos, a mi tierra.
Preocuparme por mi madre.
No trabajar tanto; el equilibrio vida/trabajo debe ser preservado.
Ver la misa por internet. Enterarme de que el Padre Pepe ahora es el Obispo de Gómez Palacio; felicitarlo por Facebook. Signos de los tiempos.
Comer rico. Hiroko cocina muy rico. También vamos a lugares ricos de vez en cuando.
Pasear.
Extrañar a mi padre. Soñar que lo abrazo.
Reservar boletos cada vez con más anticipación, para viajar por más tiempo.
Escuchar a AKB48 igual que a Susumu Hirasawa.
Pensar en volar.