1 jun 2009

Los Algodones, B. C.

Ayer estuve en Los Algodones, Baja California. Este pueblo, perteneciente al municipio de Mexicali, es pequeño, pintoresco y con sus coordenadas 32°42′55″N 114°43′44″O, tiene la particularidad de ser la población más boreal de Latinoamérica.

Generalmente es usado como puerto de entrada desde Estados Unidos para un tipo de turismo específico: el de los snowbirds, colectividades de jubilados norteamericanos errantes que escapan de los duros inviernos de sus tierras en lugares más cálidos, en este caso, en los pueblos y las playas de Baja California, y que (cual si fueran aves migratorias) tienen sus fechas establecidas de entrada y salida.

Gracias a esto, el lugar deja de ser simplemente un ejido más y desarrolla un pequeño centro turístico que intenta (y de hecho logra) captar, aunque sea de manera diminuta, el sabor de México. En las tranquilas calles, uno se topa con artesanías de plata, camisetas, vasos, figuras de herrería, vitrales y otras memorabilias mexicanas, hechas en el lugar con técnicas "importadas" por los lugareños desde sus tierras de origen. Abundan los alebrijes, traídos directamente de Oaxaca y vendidos muchas veces (por supuesto) por oaxaqueños. La gente es amable y abierta y - respetando la tradición del sur del país - los vendedores ambulantes tienen su hora de la siesta.

Estando tan cerca de Arizona (la ciudad de Yuma está a tan solo 10 minutos), la influencia de su cultura también se deja notar. Algunos de los motivos recurrentes en las artesanías representan a figuras danzantes, traídas de la tradición de los indígenas que pueblan este estado norteamericano.

Otra característica del lugar son las Dunas de Algodones. El sistema de dunas más grande de Estados Unidos termina aquí, y algunas de estas dunas quedan en territorio mexicano. Son fácilmente accesibles desde la carretera y pudimos ver a varios carros y motos recorriéndolas.

Con esto no quiero decir que Los Algodones es un mundo aparte en Baja California. Al final, es un lugar norteño, rodeado de floreciente agricultura (gracias a que colinda con el Río Colorado) y con un ambiente local: en el restaurante donde comimos, pudimos escuchar El Cachanilla y ordenar burritos.

Volveré pronto, espero yo.

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Hiroko y yo fuimos a Algodones invitados por Mika y Jorge, la otra pareja de mexicano y japonesa en Mexicali que es de nuestra generación. Ellos ya están casados y tienen un niño que, a sus cuatro meses, rebosa de alegría. Domo arigatou :D

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