Pues llegamos al Museo de Taro Okamoto (岡本 太郎), uno de los artistas preferidos de mi novia Hiroko, enclavado en el barrio de Aoyama, en Tokyo.
Este es uno de los dos museos dedicados a la persona y la obra de Okamoto. El otro se encuentra en la prefectura de Kanagawa. El museo que estamos visitando fue, en el pasado reciente, la casa y estudio del artista, de modo que se entra por el jardín, lleno de obras.
Afortunadamente, la fotografía está permitida en todo el museo, así que en vez de (o además de?) aburrirlos con datos fríos, les comparto la obra de este famoso pintor y escultor.
Okamoto nació en 1911. Estudió arte en Francia en los años 30's, lo que le permitió familiarizarse con las corrientes vanguardistas de la época, en especial el surrealismo. Sin embargo, la mayor parte de su producción artística se realiza después de la Segunda Guerra Mundial.
Esta serie de fotografías cuelga sobre el vestíbulo; aquí Okamoto posa (de manera peculiar) frente a una de sus obras más reconocibles: la "Torre del Sol", erigida para la Expo Mundial de Osaka 70.
A través de sus fotografías, obras originales y reproducciones, e incluso videos que se proyectan en la casa, el visitante puede interactuar con la obra de Okamoto y conocerla a un nivel personal.
En efecto, su huella como promotor del arte es innegable. "El arte es una explosión" y "el arte es magia" son dos de las frases más célebres de Taro, quien no duda en expresarlo de mil formas.
Esto es, aunque no parezca a nuestros ojos occidentales, un estudio caligráfico.
En dicho estudio, y si bien la caligrafía tradicional es monocroma, Taro no teme en darle rienda suelta a la expresividad del color.
Esta serie de "garabatos" son en realidad kanjis muy estilizados, que buscan acercarse al significado de cada término según sus formas y colores.
Ya antes mostré un par de fotos de este gigantesco cartel, que domina una de las paredes de la casa, justo al entrar, y se extiende por sus dos pisos de altura.
Las barreras para evitar el acceso son pocas. Los visitantes pueden explorar sin presión.
Enterrado en caligrafía, una reproducción de la Torre del Sol.
Estilización del kanji 花, que significa "flor".
Taro Okamoto tenía una relación especial con México, país que visitó varias veces. Cuando conoció las figuras precolombinas que representaban a hombres y dioses, se sorprendió de que su arte "hubiera sido copiado por gente tan antigua". En México dejó también algo de su arte: un gran mural que fuera comisionado para el fallido proyecto del Hotel de México, en los sesentas (hoy el World Trade Center de la Cd. de México); este mural fue "redescubierto" en los años 90 y llevado a Tokyo, a Shibuya, para el disfrute de los miles de personas que pasan frente a él.
Una de las secciones del museo está dedicada al artista detrás de la obra.
Nos recibe la figura de cera de Taro, como invitándonos a sentarnos en su sala, llena de objetos extraños y fascinantes.
Dos particularidades en esta fotografía. A la derecha, las sillas de mimbre, realizada con técnicas artesanales aprendidas en México. A la izquierda, las manos: la azul representando a Taro; la roja a su hija adoptiva, que aún vive y que a la muerte de su padre, se dedicó a que su memoria fuera debidamente preservada.
El mural al fondo de la sala evidencía la influencia cubista. Por otro lado, junto al tótem blanco, una muestra de arte tradicional del sureste mexicano. Atrás de la silla blanca, otra reproducción de la Torre del Sol - acaso la maqueta original.
En esta foto se pueden apreciar las dimensiones reales de la Torre del Sol.
Otra de las piezas realizadas para la Expo de Osaka 70 fue este dirigible.
El último cuarto, más allá de la sala, es el estudio. Montones de lienzos, blancos o inacabados, yacen en los estantes. Todo está dispuesto de modo que pareciera que, en cualquier momento, el artista llegaría a reanudar su trabajo. Los pinceles, las pinturas, las herramientas originales: todo está aquí.
Otros aspectos del estudio.
"Be Taro": en su propósito de divulgación del arte, que siempre acompañó a Okamoto y que su museo perpetúa, se invita a los visitantes a "ser Taro". Abajo de este cuadrito (pintado, a manera de sello tradicional japonés, en el inmenso mural caligráfico de la entrada) se encuentra un cuaderno y algunos crayones, donde los visitantes (en especial los niños, supongo) han reproducido algunas de las obras del artista, o realizado composiciones originales bajo su estilo, según lo que acaban de ver. Así, la obra termina de transmitirse hacia el espectador, que se vuelve, efectivamente, parte de ella.
Se va haciendo de tarde y hay que ir de regreso, pero antes, una vueltita por el jardín.
Campana al estilo de las empleadas tradicionalmente en los templos budistas.
Quien haya visto algunas obras de Studio Ghibli, como Princess Mononoke, quizás reconozca ciertas influencias del estilo de Okamoto hacia el diseño de personajes como los espíritus del bosque.
Es una pequeña jungla, resumida en un jardín.
Hora de reanudar el recorrido. Meiji Jingu, nuestro último objetivo del día, aún queda algo lejos y ya comienza a atardecer.