20 feb 2021

Lo que he hecho con mi vida, otra vez.

Lo último que supiste de mí, lector, es que vivía yo muy contento en Saltillo, Coahuila con mi prometida Hiroko.

Algunas cosas han cambiado. Sigo viviendo contento. Ya no estoy con mi prometida Hiroko, pero sí con mi esposa Hiroko. (Es la misma persona, sí.) Notablemente, ya no estoy en Saltillo, ni en Coahuila, y ni siquiera en México.

Verás.

Hacía falta un cambio en mi vida. Me había estancado en lo profesional. No diré que no fue, en parte, mi culpa... pero sí diré que solo en parte lo fue. Al final, era necesario salir, cambiar de aires.

En Coahuila dejé muy buenos amigos y una vida relativamente estable. Hiroko fue a perseguir sus sueños profesionales al Bajío. Mi idea era ir con ella en cuanto encontrara otra oportunidad de trabajo - y esta vez realmente programando. Buscaba un trabajo remoto, idealmente, pero estaba abierto a mudarme dependiendo de la oportunidad.

Lo que no esperaba es que esa oportunidad llegara del Valle del Silicio.

Ocurrió todo a una velocidad impresionante. Un fin de semana asistí invitado a una ronda de entrevistas  en Guadalajara, organizada mediante la empresa de mi ahora estimado amigo Jason, para trabajar en una de las grandes compañías de software. Obtuve una llamada telefónica esa misma tarde: había una oferta, una plática que hacer con mi prometida, una decisión de vida.

La semana siguiente estaba de regreso en Saltillo. Ya estábamos en proceso de dejar nuestro departamentito allá; la idea era mudarnos a León. Hubo que acelerar el trámite. Decirle adiós a amigos. Ver la vieja oficina (¡casi siete años!) por última vez.

En agosto llegué al Aeropuerto Internacional de San Francisco. Jason y los suyos nos acogieron, a mí y a otros cuatro mexicanos, como si fuéramos familia. Me establecí en Dublin, un suburbio tranquilo alojado en un fresco valle interno del Área de la Bahía. Escogí por vivienda un lugar cercano al transporte público; los seguidores de este blog (si todavía los hay) quizás recuerden que soy fanático de los trenes y metros. Una semana después comenzó mi aventura en Lyft.

Han pasado cuatro años y medio ya. Mucho aprendizaje en el camino; ahora me hallo bien con Angular y mucho mejor con React. Me sé dueño de algunos microservicios; tengo excelente relación con mis compañeros. Si bien ninguna empresa es perfecta, sigo feliz... mas no contento: sigo queriendo más, sigo tratando de crecer, y estoy en una posición ideal para hacerlo.

Por supuesto, no todo es miel sobre hojuelas. Mi departamento es mucho mejor que el de Saltillo pero sigue siendo demasiado chico. En medio de la pandemia de COVID-19, ya llevo varios meses estorbando a Hiroko con mi voz cuando mis juntas de trabajo se empalman con sus actividades de estudio. La situación de México me preocupa; ante todo, no puedo creer la falta de responsabilidad colectiva que parece imperar en el país, donde la gente sigue haciendo vida social como si no fueran sus propios amigos y parientes quienes están muriendo.

Por supuesto, me preocupa mi mamá. Eso es una constante.

Me preocupan algunos miembros más de mi familia. Algunos tíos han fallecido. Ya no alcancé a verlos.

Espero con ansia el día en el que pueda regresar a Mexicali sin riesgo, ni de contagio ni de no poder regresar a EU porque la renovación de visas está suspendida.

Pero, dentro de lo que cabe, bien, gracias a Dios.

Dios. Sigo viendo la misa por internet. Creo que hoy por hoy es más responsable así, de todas formas. 

No voy a negar que extraño la convivencia, el Santísimo Sacramento, la Eucaristía - aunque sea espiritual. Tengo un par de templos "cerca", es decir, a 40-50 minutos caminando, o 20 en la recientemente adquirida bicicleta. Pero sigue siendo más conveniente dedicar mi momento de conexión con Dios para después de que he pasado el fin de semana con mi esposa. Después de todo, estar juntos y no poder hacernos caso durante la semana es prácticamente como si estuviera yendo a la oficina: al final, sábados y domingos siguen siendo los únicos momentos en los que podemos estar realmente juntos.

Espero que eso me cuente de algo a la hora de mi juicio final. Sí, pienso en ello.

Aquí en el Área de la Bahía, con mis parientes maternos, pero también en la empresa, he aprendido muchas cosas sobre la idiosincracia. He entendido mejor cómo es que todos los habitantes se identifican por sus orígenes culturales al punto que el norteamericano puede estar en una búsqueda larga, incluso permanente, por responder a la pregunta: "¿de dónde soy?" También entiendo ahora que mi propia idiosincracia, mi fuerte identificación como hispano, latino y mexicano, me dan algo que otros no tienen... para bien y para mal.

Dentro de Lyft y otras empresas existen los ERGs (Employee Resource Groups). Estos son grupos oficiales de empleados que comparten características en común. Su finalidad: dar apoyo, soporte y promoción a estos grupos. Junto a algunos de los que ahora son mis queridos amigos de por vida, me tocó fundar UpLyft Unidos, nuestro ERG para latinxs e hispanos. Disfruté mucho esos tres años como líder, sirviendo a una comunidad mucho más diversa y compleja de lo que siempre asumí. También fueron años de otro tipo de crecimiento: de quitarme vendas de los ojos, discernir cuántos de mis prejuicios debía dejar atrás si quería realmente ser fiel a mis principios... e incluso contradecir a mi familia y amigos cuando muestran actitudes ignorantes en contra de de quienes simplemente son diferentes a nosotros. Uno no aprende esas cosas cuando es parte de la mayoría.

Ahora tengo en la cabeza que quiero empaparme de esta cultura del Silicon Valley - tanto en lo ingenieril y lo organizacional como en los avances sociales - y luego ayudar a otros a adoptar las partes buenas de la misma, quizás en México, quizás en otros lados. Como sea, quiero seguir ayudando a gente, otorgando oportunidades cuando pueda, enseñando a quienes no saben.

Por lo pronto, tengo mi nuevo sitio web y la idea de hacer un proyecto por año ahí. Hace poco me compré otra compu y eso me da un poco más de chance para hacerlo realidad. Aunque las cosas que tengo que hacer nunca son pocas...

No prometo volver a escribir pronto. Pero tampoco creo que no vaya a regresar nunca a este espacio. Quién sabe.

Nos vemos, estimado lector. Que estés bien.

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