Ya ven que la semana pasada les mencioné que he estado hospedado por acá. Bueno, no especifiqué en dónde. Lo que sí dije es que llegué a través de un pasaje comercial.
El pasaje desemboca aquí, en la estación Telepedro. El viaje bien lo pude haber hecho en el mismo tren, pero, hey, el pasaje era más bonito y folclórico. Y es que, verán, en dicho pasaje se venden al por mayor los productos de mayor renombre de este lugar: los productos de la imaginación. Aunque también se dedican a hacer todo tipo de mercadotecnia, excepto, eso sí, el
telemarketing (por contradictorio que suene).
Cuando llegué a esta estación, me encontré con algo muy particular: en vez de que hubiera pinturas, hay gente
pintando. Como que todos los días, los pasajeros tienen oportunidad de pintar nuevas obras para decorar la estación. Como que los nativos tienen una habilidad increíble para expresarse gráficamente. Sí, ya sé que esto lo he dicho muchas veces, pero acá pintan al óleo, o incluso con las herramientas más rudimentarias, y les sale bien. Hey, durante la semana me tocó ver que hacían dibujos hasta con las hojas de los árboles.
Pero me desvío. Tal vez me resulte un poquito difícil describir la estación, porque cada día de la semana estuve aquí, y cada día era un poquito diferente. Pero sí puedo decir que era clara, iluminada, con sendos tragaluces. La estación en sí tiene más apariencia de ser una especie de capilla, como con un estilo renacentista neoclásico.
Deambulaba por el barrio. Realmente, más que barrio, esto también es un pueblo... o tal vez una ciudad. La verdad es que no termino de figurarme el tamaño de la población, porque la gente es tan cordial y amable que pareciera que es un pueblo, pero tiene el nivel cultural de una urbe (y buen diseño gráfico, sin
ideas quemadas).
Me encantó quedarme aquí. ¿Que por qué me quedé? Por varias razones... lo más sencillo sería dejarlo en que, como ya les dije, me enfermé durante la semana pasada (y tuve que quedarme encerrado en mi
hotel, blagh) y durante la siguiente el trabajo me atacó (de alguna manera se las arregló para encontrarme; me asaltó en la calle y me obligó a hacerlo. No pregunten cómo; mi trabajo es extraño.) Pero mejor cuento la historia completa.
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Algo característico de este lugar es que también está lleno de visitantes. Los locales están bien acostumbrados a que se tomen fotos con ellos; algo de lo más famoso que tiene este lugar es que, al parecer, está lleno de mascotas. En la tienda de mascotas más famosa del lugar me encontré al dueño, un robot, que me contó que él fue la primera mascota y cómo ahora se encarga de cuidar a las demás, donde quiera que anden. Me dijo que
las mascotas tienen un uso diplomático, pues las diversas colonias y ciudades las piden para hacer de ellas su emblema oficial. Recordé entonces que mi propio terruño tiene
su mascota... sorpresa, ¡salió de aquí, efectivamente! Como era hora de la comida,
José (que así se llama el robot) me invitó de su lonche; traté de rechazar su invitación porque nunca me he acostumbrado al sabor del aceite lubricante, pero las reglas de la cortesía me lo impidieron... y debo reconocer que este aceite en particular estaba muy bueno.
Con tanto turismo y cultura (y mercadotecnia), no es de extrañar que estos rumbos sean altamente comerciales. Venden todos
los 95 productos que comienzan con el prefijo "tele": televisiones, telégrafos, telenovelas, teleevangelistas... de todo menos, claro, telemarketing. De hecho, para la cena del primer día me encontré con una panadería especializada en teleras. Debo haber subido al menos medio kilo...
La verdad es que la gente es muy amable, pero a veces pareciera que
no estuvieran tan contentos consigo mismos. De repente me daba esa impresión, pero luego luego se borraba.
Pero estoy perdiendo el hilo. Les contaré algo que sucedió en mi primera semana. Dentro de las 95 tiendas había una que en realidad no era tienda, sino una especie de mezcla entre templo y estación de ferrocarril. Arriba del gran arco de la puerta decía, solamente:
Enmedio de la sala, una especie de campana de cristal. Gente entraba y salía... y me di cuenta de que mucha gente, aparte de usar el blogger tren, usa este interesante medio de transporte, solo disponible aquí. Tomé un
tour en ese lugar para ver cómo funciona, y me di cuenta de que solo
puede funcionar aquí, porque funciona con la energía imaginativa de las personas.
La misma energía que, aparentemente, hace que los dibujos de la gente puedan cobrar vida. Y por todos lados me encontraba a muchos animales de colores divertidos, como a
Pablo el hipopótamo, que escuchaba paciente a su amiga Lucy, la berrinchuda. ¿Mencioné que este lugar es muy colorido también?
Algo que vi, y no me sorprendió del todo, fue otra vez la presencia de
felices parejas como en Dulceácido... de hecho creo que eran las mismas. Algunas también me reconocieron a mí; en una de ellas el novio le decía a ella, "
moriría si tú murieras, pero ya la hice porque eres inmortal". Creo que a lo lejos vi a mi taxista de Dulceácido comiendo una nieve de oso peligroso junto con un muchacho larguirucho de pelo un tanto extraño. Pero no la alcancé a saludar porque en eso, algo sucedió.
Vi a alguien, o más bien a la sombra de alguien
. Un oso azul (no peligroso) supo qué tenía y me dijo, "busca en el museo".
El museo era interactivo: estaba prohibido
no tocar. Y he aquí que la gente pintaba las pinturas, y era un museo de cuadros blancos esperando a ser pintados. Pero también había otra sala con cuadros ya pintados, y con escritos que se encadenaban unos con otros.
Me pasó algo muy extraño. El oso volvió a aparecérseme. Sin decirme gran cosa, me llevó hacia adentro de un cuadro morado. Y otro, y otro. Eran cuadros que yo ya conocía de alguna parte. Y lo que vi en ellos (y sentí) también me resultaba conocido.
El cuadro representaba un episodio importante para la gente de Telepedro. Tenía, como título, el nombre de un mes. Recordé al hada Gilda. Una espada me atravesó por un momento y quedé en silencio. Caí enfermo. Así pasó el primer fin de semana.
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El martes me sentía con ánimo de investigar lo que había pasado. De por sí yo ya había decidido quedarme; el lugar merecía ser examinado y aparte quería visitar sitios como el
lago de los cuadritos, donde
el agua huele a shampoo. Pero ahora tenía una razón nueva: quiero saber qué me sucedió.
El oso azul me esperaba en el lobby del hotel. "Sé positivo", me dijo.
Tenía razón: todo concordaba. En muchos lugares la gente es imaginativa y lo expresa artísticamente... pero si una palabra puede describir a este lugar es: positivismo. Eso y
bailar en los tejados los domingos.
Con esto en mente, el oso me llevó a otro lugar importante, y para llegar ahí usamos el teletransportador.
De repente estábamos en un almacén gigantesco... al aire libre. Había estantes con cajas, y
para cada caja un changuito. Caminamos por varias horas (¿o fueron tres minutos?) y encontramos a un chango que llevaba una caja con... mi nombre. "¿Seguimos en Telepedro?" "Sí y no. Eso no importa. "
El changuito estaba sentado enfrente de mi caja y la veía. Otros changos pateaban sus cajas, las sacudían, las maltrataban. Había, eso sí, cajas de todos tamaños y colores... algunas muy golpeadas y otras no tanto. La mía no era muy grande (era manejable) y no estaba tan maltratada como creía. Traté de abrirla... pero el chango no me dejó; se me puso agresivo. Comprendí que tal vez no se trataba de eso. "¿Por qué me trajiste aquí?", le pregunté al oso. Pero ya no estaba.
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Telepedro... un lugar donde se
canta tanto, se ríe tanto, se piensa tanto. Un lugar de gente
olvidadiza. A mí se me olvidó, estando aquí, que tenía tanto trabajo que al viernes siguiente llegó, personificado en una computadora y un bonche de papeles, y aunque
traté de engañarlo, me obligó a no salir de mi hotel hasta haberlo terminado. Eso no impidió que siguiera repasando lo que sucedió con el oso, el changuito y... hey... ¿cómo salí de ahí? Lo último que recuerdo fue una bolsa de
limón en mi cabeza, y luego... siento que después sucedió algo que fue tal vez muy importante, y por alguna razón no lo recuerdo. Que mi viaje por el tren blogger cada vez tiene más sentido.
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He pasado tanto tiempo aquí que he hecho algunos
amigos. Uno de ellos tiene un grupo que tiene
una sola canción que dura 4 horas y toca en tonos morados. Otro es un ratón que se llama
Azuquito y baila merengue. Creo que no se lleva bien con otros amigos, que son
gatos y conocí en una casa en un árbol. También me hice amigo del recepcionista del hotel, que un día me invitó a comer
brazos al pastor. El recepcionista
es emo, se llama Clemente y es buena onda, a pesar de su obsesión con los
elevadores. Le conté del oso y del changuito y me respondió, "eso significa que hoy
soñaré con estar desnudo".
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Es jueves. He decidido que el fin de semana siguiente me iré. Pero antes quiero saber más sobre...
Me da miedo preguntar. Quiero volver al museo, pero está cerrado. Un señor pasa y dice "bah, igual y
son solo envolturas." Quisiera saber de dónde saca eso ese señor, porque lo que yo viví en ese cuadro me hace pensar en todo lo contrario. Recuerdo entonces a José el Robot: me lo encuentro jugando cartas con
otros dos amigos antropomórficos... desafortunadamente uno de ellos me reconoce: ¡es el dragón / dinosaurio /
whatever que me persiguió en Memories of a Camera! Me quedo paralizado... pero están muy entrados en su juego. José en eso voltea, pone
pausa para que todo se detenga excepto nosotros, y viene hacia mí.
Como soy informático, le hablo en lenguaje ensamblador (para mantener la confidencialidad) y me responde de la misma manera... y me dice, "el nombre de ese mes es importante para tí y para nosotros. Es nuestra fortaleza y nuestra debilidad. Es importante que hayas venido... y es importante que todo haya pasado también. Sabe que eres bienvenido de corazón, a pesar de todo. Pero no debo decirte más..." "Comprendo, lo debo analizar en mis viajes." "No, es que la
pausa se me acaba y Kokomo ya tiene
hambre..."
Patitas, pa' qué las quiero. U_U' Condenado Kokomo (al menos ahora sé que así se llama), ¿no puede
dormir en vez de comer, o algo así?
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Viernes. Frente a un
negocio de mercadotecnia, intento aprender
stoolboarding y no me sale. Pienso en las palabras de José. Al fondo, en la cafetería,
Muñequita y el Sr. Nebulosa se sorprenden mutuamente haciendo estrellas con el
polvo de las galletas.
En la noche, comiendo
tacos de panda (de los que se comen, no de los que
vuelan). Quiero conocer a la fuente de tanta imaginación. En todo este tiempo, no he tenido oportunidad de conocerlo... dicen que es porque es un
blogstar, pero a estas alturas yo creo que más bien simplemente no nos hemos encontrado y ya; al menos no lo suficiente para platicar como yo quisiera... quiero ser su amigo, me nace. Pago mis tacos con un
pedazo de vidrio - que habían dado varios
entes interesantes en pago por
sacar a un elefante de un hoyo - y me voy.
El tiempo dará las respuestas.
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Y heme aquí. Viajo ligero, de modo que aquí dejo la ropa que compré durante mi estancia: lo único que me llevo es una
gorra y un par de lentes de marco grueso, especiales para tener
sueños con marca registrada. Lo demás lo dejé encargado en la casa de un amigo y su esposa pelirroja, porque sé que volveré. El tren llega.
¡Váaaaamonos!Sorry... me salió muy largo. Si llegaste hasta el final, te ganaste de premio la fórmula de la productividad.