4 feb 2007

Fotografía #3. La ovación, o el descubrimiento de la vida.

Son los 15 años. J., su entrañable amiga de la secundaria, ya lo había invitado; le dice: "lo pensaré".

A los 16, en una tarde de agosto en que no tiene nada qué hacer, se anima. Su timidez lo lleva a no acercarse mucho con la gente... pero esta gente es amable y cálida; el ambiente es animado y divertido, muy juvenil. Poco a poco va entrando en confianza, y sus sábados comienzan a saber diferente.

Entre semana, es el tiempo de la preparatoria; la época del grupo "H", de los 50 compañeros, de descubrir el significado de la amistad. Es el tiempo de los rallies y de los concursos de Lectura y Redacción que - como una continuidad - sigue ganando. Tres años seguidos, tres concursos ganados a nivel escuela... cuatro, contando el Histórico-Social, que también ganó. Dos representaciones de la escuela en Tijuana. Las calificaciones no son problema y le encanta programar, como lo viene haciendo desde los 12 o 13 años. Y tiene muchos, muchos amigos.

Sigue siendo un nerdo y todos le siguen sugiriendo que cambie su look. Esta vez, de vez en cuando hace caso. Quizás porque hay una nueva ella en el horizonte. Pero esa ella existe en el mundo de los sábados.

Es en ese mundo, el del grupo juvenil de la parroquia, en donde va ocurriendo la verdadera metamorfosis. Tras de un año de asistir, en un retiro de fin de semana, en la Rumorosa, él decide finalmente abrir su corazón a Dios, y comienza a hablar en voz alta en una oración comunitaria. Esa misma tarde ya había experimentado el éxtasis de jugar en equipo, recibir un pelotazo en la cara y aún así sentirse satisfecho. Y esta noche... esta noche dará su primera serenata y al hacerlo, descubrirá un pequeño milagro personal, uno de esos que van reafirmando su fe.

Su momento más grandioso, su primer hito, está por llegar, y en noviembre-diciembre es llamado y tiene su primer encuentro personal fuerte con Cristo. Queda comprometido y sellado de por vida, con una tinta indeleble que lo llena de una fuerza que nunca había sentido antes. El mundo brilla... todos sus mundos.

Ella, la segunda ella, tampoco cederá entrando a los 17. Pero él ya había pedido, con esa fe naciente, algún capricho. Tuvo una fiesta de cumpleaños, la primera en mucho tiempo; tuvo una grata compañía. Esa misma noche cerró un ciclo: ya el día anterior se había abierto otro.

En abril, su corazón al fin tuvo una dueña. Segunda serenata, y su primer beso. Fue ella, la que estuvo ahí desde hace mucho tiempo; su mejor amiga, su mayor aliada, es ahora su enamorada. Descubrió que es un romántico sin remedio. (Pero aún son ambos muy chicos y él necesita desligarse más de su madre. Hay rebeldía: la del adolescente dormido.)

El corazón late. Todas estas cosas se agolpan en su mente cuando ha terminado de dar el discurso como representante de generación, en el Teatro del Estado. Su preparación para los concursos le ha permitido escribir y hablar de manera un tanto decente. Pero lo más importante, más que el promedio, más que la beca que está por venir, es esto... es estar del otro lado, sentirse vivo y ver cómo, al bajar del estrado, sus amigos aplauden y se levantan, no porque el discurso haya sido grandioso, sino por eso, porque lo quieren. Ofrece a Dios ese momento, al sentarse en la butaca, al derramar una lágrima de alegría, al enfrentarse al futuro con más esperanza que nunca antes.

1 comentario:

Anónimo dijo...

me los lei todos de
una sola vez!

EXCELENTE!!!

cuando pasara el tren blogger
por mi estacion? :O