No era la
primera vez que nos tocaba usar el camión a Los Angeles, pero había
pasado tanto tiempo desde la última vez que ya no recordábamos lo que
era.
Cuando fui a pagar los boletos, me tomé como verdad absoluta la palabra del vendedor.
- Oiga, si tomamos el camión a las 9 de la noche, ¿como a qué hora llegamos a Los Angeles?
- Como a la una de la mañana - contestó sin pestañear.
Porque
el plan original era irnos el 26 en la noche para aprovechar el mayor
tiempo posible de nuestras vacaciones, pero dado que llegaríamos a una
zona medio gacha del centro de LA, a final de cuentas no nos pareció muy
prudente llegar ahí a mitad de la noche. Así que cambiamos los planes y
nos fuimos en el primer camión de la mañana del 27, programado para las 8:00 am.
Cruzando, geográficamente hablando, a los Estados Unidos.
Como los mexicalenses sabrán, no es posible cruzar la frontera arriba del camión; todos tenemos que bajar, con todo y equipajes, para pasar la revisión aduanal a pie. Después de un rato, el autobús te recoge del otro lado.
Pero si a alguien se le olvida la más mínima maleta en el camión, a éste lo mandan a segunda revisión y ya puedes ir contando una hora más de espera, al menos. En este caso, el agraciado fue un señor que "no entendió" la instrucción de bajar todas las maletas. Lo que dejó en el camión: una maletita con insulina. ¿En serio? ¿Lo necesitas para vivir y lo olvidas en un camión? Una vez descubierto, el pasajero se excusaba débilmente: "todos cometemos errores, ¿no?"
También me resulta interesante que, no obstante que la terminal de este autobús está a dos cuadras de la garita centro, el chofer prefirió irse por la otra garita, lo cual aumenta el trayecto en varios kilómetros... y luego tiene que regresar a recoger pasaje en Calexico, California (la ciudad del otro lado de la frontera), en un punto que también está a escasas tres cuadras de la garita principal. Supongo que tiene más sentido en el viaje de regreso.
Los campos del Valle Imperial, desafiando al desierto, se extendían ante nosotros.
El Salton Sea, el lago salado creado por accidente durante la construcción de los distritos de riego del Valle Imperial y del Valle de Mexicali. Cuando pasábamos por aquí ya pasaba bastante del mediodía y ya hacía hambre.
Afortunadamente, por ahí de las 3 pm llegamos a Coachella para comer (sí, la misma población donde hacen el Festival). Los choferes siempre se detienen en este café, pero hay otras opciones cercanas, como KFC y Pizza Hut. Hiroko tenía ganas de Subway, así que allá fuimos, todos apresurados por las instrucciones del chofer: "nada más 15 minutos; pídanlo todo para llevar". Al final resultó que exageraba.
La agitación del camino y el calor de la tarde se sumaron: tras la comida, no podía parar de sudar.
Tras Coachella (una de las ciudades más meridionales del Inland Empire) tomamos por fin la interestatal 10 hacia la gigantesca zona urbana de Los Angeles.
Más tarde pasábamos por el inmenso campo eólico cercano a Palm Springs.
La zona de Palm Springs es conocida por ser un centro urbano planificado, de baja densidad y un clima ideal para la gente de la mayor parte de EU, por lo que muchos deciden pasar vacaciones o vivir aquí durante su retiro; son famosos los campos de golf del lugar. Agreguemos el hecho de que existen varias reservaciones indias en el área y tenemos como resultado una abundancia de casinos.
Y así es como tiene lógica un complejo hotelero en medio del desierto.
Más o menos a esta altura, el camión comenzó a experimentar problemas. El chofer tuvo que parar el camión algunas veces - "es el aceite" - y limitar su velocidad.
Finalmente llegábamos al área metropolitana de Los Angeles. Dado que no funcionó el reproductor de video, durante todo el camino fuimos escuchando música norteña y la animada plática del conductor y el grupito de señoras que iban enfrente. Resultó que todos ellos eran mexicalenses de origen, pero vivían en diversos puntos de la ruta. Hicieron reminiscencias sobre los viejos tiempos del Mexicali chiquito, en el que se podía andar a pie y el centro de la ciudad era lo de moda.
Un Pollo Loco en East LA.
Los rascacielos del centro.
Llegamos al hotel más barato que encontramos cercano al lugar donde llegó el camión. Era una especie de hostal boutique llamado "Stay on Main". Que estuviera cerca era vital para nuestro plan de llegar en la madrugada, pero cuando nos dimos de alta nos dijeron que la recepción no está abierta a la hora en la que pretendíamos llegar inicialmente... vaya, todo pasa por algo. Como sea, nos tocó sortear varios metros arrastrando maletas y al menos un vagabundo me pidió dinero. Sí, no es un lugar muy seguro, realmente.
Curiosamente, este hotelito estaba dentro de la misma propiedad que otro hotel más grande, el Hotel Cecil, con el que compartía varias instalaciones.
El lobby del hotel Stay, orientado a los viajeros jóvenes con bajo presupuesto; chico y vibrante. Había tableros con anuncios de a qué antros salir y recomendaciones de turismo mochilero.
Para pasar del lobby del Stay a las habitaciones, había que pasar por el balcón del otro hotel, en estilo clásico y suntuoso.
Nuestra habitación, bien chiquita, apenas cubriendo lo básico. Nótese la silla en forma de mano y los vivos en naranja. Muchas de las habitaciones en este hotel no incluían baño propio, pero la nuestra sí.
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Un ratito más tarde, tras descansar y refrescarnos un poco, bajamos para esperar a algunos amigos que nos irían a recoger para darnos un tour nocturno.
Esperando en la banqueta.
Grave error no haberme traído una chamarra: esta noche hizo brisa y lo que había avanzado en el combate de la gripa durante mi reposo del 25 quizás lo perdí. Hiroko ya estaba aliviada, al menos.
No tardaron mucho en recogernos Mariko y su novio Ismael. Mariko es amiga de Hiroko desde hace tiempo; son paisanas y eran compañeras en un club de samba. Cuando Hiroko fue a Los Angeles a pasar una temporada allá, Mariko fue con ella; se hospedaron juntas con otra japonesa, Keiko (a quien no pudimos ver durante esta visita).
Algo que Mariko, Keiko y Hiroko comparten es su pasión por la salsa (la que se baila, no la que se come) y durante su estancia en LA, ambas salían a bailar con amigos hispanos también apasionados de este ritmo. Así fue como se hizo un núcleo de amigos mixto (entre japonesas salseras y latinos salseros) y así se conocieron Mariko e Ismael. Parte de este grupo de amigos fue el que nos recibió esta noche - varios de los cuales yo no conocía.
El primer objeetivo fue un hotel, donde recogimos a otros amigos de ellos.
De ahí fuimos no a uno, sino a dos Trader Joe's. Esta es una cadena de tiendas de autoservicio y abarrotes autóctona de Pasadena (al noreste de Los Angeles) que a Hiroko le encanta.
El Trader Joe's original.
En esta tienda todo es orgánico y/o fair trade o cosa similar, y todo es de marca propia, de alta calidad. La tienda tiene un... sabor peculiar. Tiene un ambiente tropical, relajado, que inspira comunidad.
Hay detallitos interesantes por todos lados, como en la decoración y los letreros, así como en el surtido de mercancías.
Aquí nos surtimos de más regalos para Japón.
La segunda Trader Joe's a la que fuimos estaba en un centrito comercial. Aquí ya nos acompañó toda la banda; en el anterior solo habíamos ido con Mariko e Ismael, pues tuvimos que separarnos en dos carros.
Cumplida la misión, fuimos a una callecita de algún barrio de Pasadena, donde los vecinos se esmeran todos los años en hacer que los grandes pinos que bordean la calle - y que prácticamente la convierten en un túnel vegetal - queden llenos de espíritu navideño en forma de foquitos.
Lamentablemente la cámara batalló mucho para captarlo.
Y después, no muy lejos de ahí, llegamos a la casa de algún magnate de la industria de los helados, quien decora el exterior de su residencia con luces y motivos navideños. Mucha gente, además de nosotros, disfrutaba del espectáculo.
Con la banda.
Se llegó la hora de enfilar al centro de Pasadena, donde teníamos ya hecha una reservación en un restaurante. En el camino nos tocó ver cómo la ciudad se ha esmerado por ser un centro de atención y de entretenimiento por su cuenta. También pudimos ver algunas gradas ya instaladas para el Desfile de las Rosas, el que se hace cada mañana de año nuevo.
Aquí fue donde cenamos: Buca di Beppo. Todo el ambiente de un auténtico restaurante italiano, sobrecargado de cosas y artículos de la patria, para crear ese ambiente ruidoso y kitsch evocador de las grandes convivencias familiares.
Mariko, Ismael y Hiroko, mientras esperábamos mesa.
Me gustó tanto el diseño y la ambientación del restaurante como su ambiente y su comida misma, en raciones generosamente estadounidenses.
El mantel de la mesa, igualmente sobrecargado.
El menú.
Sangría para Hiroko y para un servidor.
O sea, esa ensalada apenas y si cabe en lo ancho de la mesa.
Luego llegarían la pasta,
la pizza y otras cosas.
Esto es berenjena empanizada con queso y salsa de tomate, riquísimo.
Foto del recuerdo. Para este momento ya había llegado también Sergio, novio de Keiko (en la extrema derecha). Ismael nos disparó la cena a Hiroko y a mí; muy atento de su parte.
La convivencia iba culminando, pero la noche seguía siendo joven. Aquí, poniéndose de acuerdo sobre qué hacer a continuación.
Terminamos yendo a un steak house que hace las veces de club de salsa por las noches, no en Pasadena sino en el centro de LA. La zona metropolitana de Los Angeles tiene muchísimos lugares donde se baila salsa; de hecho, esta zona urbana se identifica como originadora de uno de los estilos principales de este baile. Así que nos tocó ver espléndidas demostraciones en la pista - y también me tocó hacer el ridículo unos momentos.
Hiroko baila espectacularmente, pero yo aún no tengo un buen nivel de baile - apenas si sé algunos pasos básicos. Así que fue excelente que pudiera hacer pareja con buenos bailarines y demostrar lo que ella tiene.
Se dieron las doce y fue hora de terminar la aventura nocturna. Después de todo, estábamos cansados y había que tomar un vuelo muy temprano...
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Mañana: El largo vuelo y la llegada a la hermosa ciudad de Kyoto.
1 comentario:
Trader Joe's = Hipster Paradise
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