Pues llegamos a Kyoto, subimos a la habitación para refrescarnos un poco y de inmediato, ignorando el cansancio, volvimos a bajar para ponernos de acuerdo con Satomi y Minori.
El hotel en el que nos quedamos estaba en una zona bastante conveniente, pues a unos cuantos metros está...
...la calle Kawaramachi, una de las zonas más activas e interesantes de la ciudad durante la noche.
Mucho movimiento, negocios, jóvenes que inundan las calles vecinas...
...algunos lugares un tanto eclécticos, como estos dos en la foto. Esto ya fue sobre la calle Sanjo ("calle tercera"). A diferencia de muchas ciudades japonesas, en Kyoto todas las calles tienen nombre y están dispuestas sobre una confortable cuadrícula; esta es la planeación que se le dio desde sus tiempos como capital imperial.
Caminamos hacia una de las calles laterales y nos sumergimos en el animado ambiente, no obstante el frío, hacia la calle Kiyamachi, con su canalito al costado.
Sí... quizás yo no bebería en este bar... tal vez si no hubieran omitido el acento.
Un letrero viejo de un puesto de ramen, como los hay en abundancia.
Pulpo!
Caminamos por entre callejones imposiblemente estrechos hasta llegar a la calle Pontocho, más tranquila que las anteriores, pero igualmente llena de suculentas ofertas de comida y bebida.
Con todo y la relativa oscuridad, el ambiente era tranquilo. De vez en cuando nos encontrábamos grupos de jóvenes y el ocasional extranjero.
Difícil decidir en dónde cenar.
Este negocio parecía estar teniendo una venta de limpia.
Conejitos en un ambiente típico invernal, sentados en su kotatsu y comiendo mandarinas.
Oh, esto parece interesante.
Miren nomás esa caligrafía.
Y aquí fue donde entramos. El negocio cerraba en una hora más, pero nos atendieron gustosos.
El lugar era largo; para entrar, luego de quitarse los zapatos en el vestíbulo, había que recorrer un largo pasillo con la cocina de costado. Cada uno de los empleados y cocineros te da la bienvenida al notarte ("irasshaimaseeee!")
El comedor en sí no era muy grande, pero era calientito y tenía un buen ambiente. Había en dónde colgar las chamarras, lo cual es muy útil cuando la tuya es inmensa y estorbosa. Aquí andamos decidiendo qué comer; terminando pidiendo una selección de platillos y algo de sake (caliente para mí, que andaba malo todavía en ese momento).
Botanitas. Las verduras son avinagradas; la pasta del platito es de miso.
Este es el menú, escrito a mano con precisión caligráfica.
De izquierda a derecha: nabos y espárragos avinagrados, un tipo especial de tofu con sabor suave y consistencia parecida a la del queso crema, y rebanaditas delgadas de carne cruda, condimentada con cebollines y mostaza china (mexicalenses: es como las carnitas coloradas, pero sin lo colorado).
Esto fue mi favorito. Durante este viaje descubrí muchas variedades del tofu.
En primer plano, rábano daikon; atrás, rollitos de huevo. El daikon era tibio, tenía una consistencia suave y un sabor dulzón.
Minori y Satomi.
Hiroko y un servidor.
Yum.
Ambiente del lugar.
El cansancio y el calorcito del lugar (y del sake) me dejaron esta cara.
En sí, el negocio parece haber sido dispuesto dentro de una antigua casa. Aquí se muestra una escalera junto al pasillo de acceso; del otro lado está la cocina.
Ponerse y quitarse los zapatos es un pequeño fastidio a veces.
Salimos, pues, a seguir recorriendo.
Aparentemente este... ¿pollo? es un símbolo de la ciudad. Vimos varias farolas con su imagen.
Este lugar anuncia tener un calientito kotatsu para sus huéspedes.
Pero a las amigas de Hiroko no les impresiona eso. No, ellas quieren lo hispano, buscan cosas como ésta, y les parece genial que en este lugar vendan cerveza Corona.
A mí lo que me parece genial es el engrish. Sin hablar del potencial racismo de este letrero.
Ya caminando de regreso...
Esta tienda departamental estaba cerca del hotel, sobre Kawaramachi.
En el vestíbulo del hotel. Estos son cupones de descuento para muchas atracciones, restaurantes y otros servicios turísticos.
Yo me había comprado un té calientito en el camino de regreso. Este era de limón con jengibre, ideal para mi condición.
En el hotel estaba puesto un mapa de atractivos turísticos con una apariencia muy atractiva, como caligráfica.
Nuestra habitación. En efecto, el hotel Alpha no es el más nuevo, pero sí fue cómodo y no fue tan caro.
Teníamos refrigerador incluso (abajo de la tele)...
...y, por supuesto, tina para el ofuro (baño japonés) y excusado high-tech.
El hotel provee sandalias y yukatas blancas (una especie de bata, como un kimono, pero ligero) con las que puedes andar dentro del cuarto. Esto fue una constante de todos los hoteles japoneses a los que fuimos. En algunos, los huéspedes salían de sus cuartos en yukata y deambulaban así por los pasillos.
También ofrecían un servicio de té para despertar bien. (El agua de la llave es potable.)
Y un curioso anacronismo: un directorio telefónico. Uno se esperaría que en Japón absolutamente todo fuera electrónico y/o digital, pero no; en todo caso Estados Unidos tiene una mayor penetración tecnológica en algunos respectos.
Miren, por ejemplo, la consola integrada a la mesita de noche. Tan retro... y completamente funcional.
Aquí acabó la noche y por fin pudimos descansar. El frío de la noche me había hecho recaer y realmente necesitaba dormir. Como quiera que fuera, al día siguiente nos veríamos temprano con las muchachas para aprovechar el día.
A continuación, un trazado aproximado de nuestro recorrido de esta noche.
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El próximo lunes: Eigamura, el parque de diversiones que te remonta al Japón clásico.
2 comentarios:
yeah! me encantan tus anécdotas!!!
oye por cierto.. tienes algun correo electronico al que te pudiera escribir? me gustaria preguntarte algo..
saludos amigo!
Claro que yes :3
fa_lopez en hotmail, fa_lopez1 en yahoo.com.mx. Tu elección.
Y muchas gracias por estar al pendiente, caballero!
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